Sin que sea exclusivo del otoño o invierno, el clima frío invita a actividades en las que se pueden recoger, en busca de calor y paz, el cuerpo, la mente y ¿por qué no? también el alma. Nos referimos a la lectura. Se solía considerar que los libros en el otoño pueden convertirse en amigos capaces de dar una cálida compañía en las tardes y noches frías. En este sentido, a la par de sugerir tomar o retomar la actividad lectora, invitamos a reconsiderar las virtudes de la lectura en papel, es decir, la diferente a la digital, precisamente porque es una experiencia distinta –no mejor ni peor que su contrapartida electrónica– que encaja muy bien con la atmósfera descrita.
Esta postura tiene sus fundamentos, por mencionar algún ejemplo un estudio realizado en 2013 por científicos de Estados Unidos y Corea del Sur concluye que los textos digitales en su génesis fueron concebidos para usos “variados” como comercio, comunicación o juegos; por lo que en consecuencia los lectores acceden a dicho contenido digital con actitudes predeterminadas; mientras que en contraparte, encuentran en el papel un territorio más sencillo y por lo tanto más propenso a la concentración.
Maryanne Wolf, neurocientífico de la Universidad de Tufts, en Massachusetts postula que la superficialidad del texto electrónico, nacida en el seno de la cultura de la inmediatez, cobra factura en el momento en que se requiera leer con mayor profundidad, lo que hace que a los lectores se les dificulte sentarse y sumergirse en una obra más significante. Así algunos investigadores y promotores de la literatura han buscado argumentos y estudios para reivindicar la lectura en papel. En iou publicidad le convidamos a considerar estudios como los aquí señalados y también a darse a usted mismo un gran regalo que es no sólo un libro determinado, sino la lectura misma, una experiencia completa.